sábado, 28 de enero de 2012

Metáfora exacta


La poesía de Sara Pujol Russell es la de los que entienden el mundo. Conocidos por mí hay tres libros que recogen su obra. De verso largo, complejo, pero no cargado. Versos que recaen en el peso del día, en la calma nocturna que lleva al amor. Un amor metalingüístico/físico/poético. No llega a ser visceral por la vía entrañable, es visceral por haberse hallado, detenido en un momento atemporal, y aun así no quieto.

Silencio

Asombro

Carencia

Son algunos de los conceptos que marcan el ritmo de cada uno de sus libros. Su filosofía es la del entendimiento y la comunión natrual, con puntos zambrarianos; un pensamiento erudito que aporta un poco más de perfección en la disposición de las palabras. En su primer libro: El fuego tiende su aire: el aire tiende a su fuente se vislumbra el camino primero; sensación de unidad poética que se puede apreciar más sólida en el segundo libro (Intacto asombro...) y ya consolidada pero en la misma línea del segundo en el tercero (Para decir sí a la carencia...). Poema tras poema nos inunda en un sinquerer buscado, en una paciencia comparable a la contemplación pausada, que no ansía la aniquilación de la imagen procesada y que no pretende ninguna prefiguración artificiosa. Las tardes ya no son las tardes, el mediodía se sirve del mar, se sirve de la fuente, de la calma rural. El mediodía es el mediodía del alma, el atardecer es el crepúsculo del cansancio. La carencia es esa costumbre que nos habita para poder valorar con propiedad todo lo que merece lo vital.

Letanias, disposiciones métricas bien conjuntadas por un mismo aire, por una misma luz, por una misma mansedumbre de hechura.

Gran ejercicio poético que salva la poesía actual de la quema. Hay pocos autores/as que sepan definirse en el panorama de las letras, si cogemos cualquier poema suyo inmediatamente, sin saber de forma inicial de quién se trata; automáticamente lo identificamos con los de Pujol.

Démosle nuestro más sincero agradecimiento por su regalo.

La ceguera de la luz


Estimados/as, hace menos de una hora que he terminado este libro leyendo sus últimas líneas: "De ello daban fe los majestuosos sonidos que llenos de fuerza, flotaban en la sala y atenazaban a la multitud...".

El camino que nos lleva a través del aprendizaje en la penumbra hacia la el vivir pleno hace que en algunos pasajes hasta te apetece la ceguera del protagonista. Brillante (adjetivo curioso para este libro, pero es así).

Hay, en algunos momentos, sobre-exceso de asfixia, hecho que en determinado punto del libro me obligo a dejarlo un par de días para recobrar aliento, un ligero saneamiento mental.

No está entre mis obras esenciales, pero poco le falta.

La edición que escogí fue la de Alianza Literaria que se puede apreciar en la foto. Gracias por seguir aquí, aunque tengo la certeza que sigue sin entrar nadie. ¡Hasta pronto lectoras/es!



martes, 17 de enero de 2012

La apología


Robert Browning nos ofreció uno de los debates intelectuales y teolígicos más elaborados de la historia. No solo debate sobre la fe religiosa, hace coincidir todos los ámbitos vitales que mueven el mundo.

Abre la duda en un soliloquio plural. Si a esta fórmula le añadimos la edición bilingüe de Carlos Pujol podemos levitar literalmente por encima de las palabras. Cumple con la misión de un gran libro.

lunes, 16 de enero de 2012

Delicado (ligero, francés) ah y concebido para el cine

A este libro tal vez le falte calidad literaria, pero el autor sabe recrear lo delicado, lo frágil, lo limpio. Sugiere, invita y participa con nosotros en la lectura; conviene destacar lo rápido que se deja leer y el frescor del texto.

Cada momento intenso del libro es un sin aliento. Pero el hecho de buscar la originalidad destapa y desacredita al autor como hacedor de una novela que podría haber perdurado más de lo que lo va a hacer, eso sí, no sin antes habiendo conquistado el aliento de los lectores de "su momento".

En la lectura he detectado partes de mi mismo, y eso gusta, gusta encontrarse alguna vez en otro.

Leerlo, sí; pero regalar después de leer, no por efímero o fútil, sino para que siga el camino ingrávido al que se le ha asignado en la literatura. Concebida

David Foenkinos: La delicadeza (Seix Barral)


Lástima que se lleva al cine. Para eso fue pensada ¿no?